lunes, 6 de agosto de 2012

Latir.

No sé si estoy bien, ni si estoy avanzando en mi vida, sólo sé que no me importa. No me importa porque sé que quiero sentir, es que no saben por la prisión de hielo que pasé.

No me importa porque el ritmo que toma mi corazón cuando alguien me gusta, no se puede medir, sólo late, toma un ritmo, lo cambia, lo improvisa y da unas vibraciones que me suben por el pecho, me retumban en la garganta y hacen que diga las cosas más hermosas que puedo decir, porque es en ese momento que estoy vivo.

Y qué me importa si este cariño quedara en nada? Es imposible que en nada quede si tanto definió de mi vida un momento, un beso, una decisión. Qué más hay que ese momento donde estuve vivo?

Y besarte y mirarte y correrte el pelo de la cara y sentir amargura en la garganta cuando te vayas, te vas por algún motivo, pero no sabés con lo que me dejás, con malestar, con sentimiento de mal, un dolor que no se puede describir, que hace que necesite morderme la lengua, los labios, que sangren y yo probar esa sangre, que esa sangre me vuelva un animal, y golpear la pared, golpearla hasta que mis nudillos se quejen y eso, eso es hermoso.

Es hermoso porque no son ganas de autodestruirme, me sobran los medios para eso, no, son ganas de sentirme vivo, y apelo a cualquier sentimiento, sea tu recuerdo o el duro cemento.

No tengo tiempo para preguntarme que es la vida, lo hago cada vez que encuentro tiempo y no pasa tan seguido, porque la quiero vivir, te quiero besar, amarte, odiarte, sentirme mal, bien y vivir y golpear, sobrellevar y conquistar.

Y gracias, por el tiempo que ya no es, que es tiempo pasado, que ya no es tiempo, sino recuerdos, y cuando haga lo que vos, la persona que soy muera, y venga una nueva en mí, entonces veré al amor como algo nuevo, que sorprenderá a quien soy nuevamente, y me harás latir.

Latir, y nada más.

Latir, hasta que se canse mi pecho.

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