miércoles, 20 de noviembre de 2019

Sobre la fuerza que me dió cuidar

Me han lastimado muchas situaciones de mi vida, mi vida y mis situaciones.

Me han lastimado tanto, que ví mis heridas formar costras, a mis dedos formar callos y mis huesos endurecerse para partir la madera que antes magullaba mis tejidos.

Trataron alguna vez de acariciar a alguien teniendo un callo? Uno siente nada y la persona podría hasta terminar raspada, una situación donde nadie gana porque la dureza encuentra a la suavidad e intenta convencerla de que es menos, de que  la dureza es lo que sirve y domina, de que sobrevivirá a las hostilidades y aquello que es suave, se hará duro o no se hará. Y me hice duro.

Perdí la suavidad y me hice duro, costumbre que persistió con una suerte de promesa de que ser así iba a traer lo que vendría, que haría algo por mí si me superaba, si dejaba todo lo suave de lado, si demostraba ser estable y erecto como un árbol, pero lo que no te dicen es lo fácil que se quema la madera vieja.

Condenaba al resto por blandos, buscaba acomodarme ideas para decir y darme el rol de señalar si algo era "digno" o no y por años veía a la gente en sus labores mirándoles como si no estuviesen listos para una pelea que estaba por llegar y de la que solo saldrían adelante aquellos acorazados y peligrosos.

Ese es el reflejo del cuerpo, formar una "cascarita" que cubre lo que nos duele e imagino que por un tema de imitar o de aprender, hice lo mismo.

Hice lo mismo hasta que me dí cuenta de que hay golpes que no se sienten en el cuerpo. Bah, miento, se sienten, se sienten un montón en el pecho.
Me llamaron a la madrugada y yo estaba en lo de un hermano que la vida fué tan buena de darme y me dijeron que una amiga ya no estaba más, murió con la cantidad de años que yo había cumplido cuatro años antes.

Deseé con mi corazón que eso fuese una trompada física, que me despierte en el piso herido y empiece inmediatamente el proceso de curación, que quede una coraza y listo pero no, el corazón en cierta forma esquiva ese primer golpe y sentí un vértigo, quería que me lata pero no estaba, fué un hiato, un cerito, un silencio que me daba ganas de sentir un dolor físico que no vendría.

Ese momento es el primero que recuerdo con fuerza, pues tuve pérdidas pero a las que me pudieron atajar, nada como esto. Toda esa dureza para proteger una ausencia del órgano que sentí que sería el dañado, como un búnker vacío me sentía tan duro y pesado como toneladas de metal que ni siquiera pueden ponerse entre el daño y lo vulnerable.

Hace un año me compré un cepillo de ducha, es duro pero sus capilares se doblan, raspan un poquito pero nada mas y lo uso al menos una vez por semana en todos mis callos y durezas, porque me hubiera encantado interrumpir cualquier momento con un toque en la nariz y haber podido registrar cómo se sentía, mas específicamente vivirlo y recordar esa sensación.

Empecé a cuidar, a cuidar de mí y mi capacidad de sentir. Al ver que esto existía, supe que existía en otras personas y hoy no quiero descalificar gente, estoy intentando sentir más y tratar de regar eso en el resto, porque la dureza es una ilusión, pareciera que te protege pero solo te quita, te quita sensaciones que, si aprendés a que te atraviesen en lugar de lucharlas, juegan un papel importante en entender.

Hoy recuerdo el momento y las personas y el corazón está, está incendiado, con toda, pero no estoy hecho de dura madera y no me va a prender fuego, me mantiene caliente y me da crédito de que estas personas preciosas no solo existieron, sino que me conformaron, que me duele mucho que no estén, pero incendia con amor mi alma el que hayan pasado por aquí, lamento las corazas que tuve y no permitieron que me lleguen más profundo aún, pero al mismo tiempo agradezco tanto, tanto al universo el no poderme resistir a ciertas cosas, agradezco tanto ser vulnerable y que me venza, que me recuerde que puedo ser suave y flexible, no quebrarme y al mismo tiempo sentir y si no me deja algo bueno, siempre puedo quitarme lo malo y volver a ser, sin necesidad de dejar afuera tantas sensaciones.

Hoy trato de tener una piel receptiva y abrazo un momentito más a la gente, porque hay algo en el centro de cada quien, que tiene lo mismo que el centro mío, hay un punto donde amo y aprendí a amar mucho antes que a enojarme, estoy tratando de aprender que el amor es lo real y que el odio y el enojo son reacciones que están ahí solo como aserrín para rellenar algo donde no entendemos y especialmente, no amamos.

Todo lo que me quebró, me enseñó que puedo enmendarme y generar para el resto una chance única: La de amar y no lastimar.

Amen, sin tilde <3 p="">

domingo, 21 de julio de 2019

Lo que arrastra la lluvia


El último recuerdo enteramente presente de lluvia viene a mí en el verano, estábamos en la montaña con un amigo, empapados y caminando a lo que esperábamos, nos diera refugio.


Desde ese entonces tuve la hermosa serendipía y fruto de trabajo de perder malos hábitos, estoy menos inhibido, me permito que me guste lo que pienso y estoy dejando de dejar de hacer cosas "tontas"

Desde esa vez, es como si el agua se hubiera llevado algo de lo que me quedaba.

Esta semana ha sido muy buena y confío en lo lindo que traerá, pero más aún debo confiar en los ojos con los que lo veo, que deciden no ver tanta dificultad en el mundo, mas bien apuntan a intentar el mundo y a ver eso bueno, el cariño y el amor, que siempre están.

jueves, 28 de marzo de 2019

Sobre locas, cuerdas, cuerdos y recuerdos


Mi vida fué tanto mejor desde que vino
surgía en canciones, en aire y aromas
me daban ganas de llevarle al pasado
y compartir desde chicos y hacer desde entonces tanto mas rica mi vida.

Y desde pequeños dedicarnos canciones
y grabarlas de la radio cuando usábamos casettes
hacerle un rejunte de temas y dibujos y colores
y desde hace tiempo ya conocer nuestras familias

Pelearnos o ser compinches en el colegio
y acordarnos por fotos de los tiempos de la escuela
saber que aprendimos de amor lo mismo
siendo extraños, amigos y luego pareja

Fué mucho después de ese tiempo cuando vino
y en cada beso abrió una primavera
se aseguró de que se me devuelva amor con creces
por cada vez que mi corazón se partiera

Vino ajena y se quedó conmigo
compartimos almuerzo, cena y merienda
fuimos mejores amigos tras querernos
y fuimos amantes, entre risas y cervezas

Mi vida fué tanto mejor desde que vino
voló los pájaros en mi cabeza
me enseñó a curar dolores pasados
me quedé con ella y ella conmigo

Mi cariño es tan distinto desde que me fuí
donde crecían flores, también había maleza
como un amor, como una prensa
a veces abraza, a veces aprieta

Dañaba mi hambre, también mi sueño
como mastica la boca, como se infecta la muela
como se fueron las risas, quedó la cerveza
donde hubo calor, quedó solo una mueca

Si te amas, no te permitas martirio
menos de la persona que amor te profesa
ya no duele, ya no es mío
y como experiencias que en parte lastiman
es solo lo lindo que se recuerda

jueves, 21 de marzo de 2019

Sobre juegos, tiempos y espirales

Hay una cancioncita que profesa que la vida es un sueño. Esta canción dista de inventar algo nuevo ya que el budismo plantea algo similar.

Lo curioso es que en la vida nos volvemos a encontrar en situaciones similares, como si para entretenernos nuestro inconsciente nos fuera preparando caminitos, senderos que nos llevan a lugares o personas. Cuando soñamos entiendo que sucede algo parecido, nuestro cerebro genera realidad al mismo tiempo que la percibe.

En una parte de crecer viene lo nuevo, recuerdo mis primeros pasos fuera de la niñez, la llegada de algún viernes prometedor de verano que me encontraba sin tareas y una cena familiar acotada, donde mi mamá y yo pulseábamos entre el entretenimiento de una película o las noticias, ella sin entender como podía yo vivir en Hollywood ni yo entendiendo como hace para querer enterarse.

Rara vez un viernes era malo, entre más avanzaba el día, más volumen tenía. Ni bien llegaba a casa de la secundaria seguro estaba escuchando el tema de The Cure mas unos cuantos que tenía guardados, chateando y arreglando con quienes nos veríamos luego y sintiendo una aceleración hermosa de pasar unas 24 horas fuera de la lupa de mis padres.

Éstas cenas tenían dos elementos especiales que gritaban "viernes", la pizza y la coca.
En ese entonces la gloria de comer era irrepetible, en esta vida bebo un vaso de coca por mes con suerte (sin contar la que hago Fernet) mientras que en aquella pasaba cada porción con un trago helado de la caramelosa bebida. Era para mi suerte contar con un cuerpo joven a arruinar.

La alegría de haber comido ese manjar que se daba una vez a la semana me dejaba listo para ir a la casa del amigo que le tocase. Como si hubiera hecho la previa y me fuese al boliche, pero todo con gente con la que compartías.

La casa ajena con nosotros solos era el motivo para sobrevivir la semana, todo allí se permitía y no necesitábamos más que alguna película, quizá internet y nuestra compañía para ser felices, aún cuando dejaron de aceptarme jugar con muñecos y nos rotábamos un rato del Messenger para cada uno hablar con la chica que le gustaba (suponiendo que ella no salía o hiciese lo mismo con sus amigas).

Todo ese tiempo pensaba en lo increíblemente alegre que sería mi vida cuando viviese solo, podría hacer eso cuanto guste y sin pedir permiso. Y lo hice, pero con más cerveza que coca.

A unos diecisiete años de esto, no puedo parar de pensar como he buscado repetir las acciones, la situación en busca de esa aceleración que sentía en el pecho cuando caminaba las cuadras hasta lo de Agus o el bondi hasta lo de Juli y saber que estaba libre, que podía hacer la cuadra corriendo o caminando, que podía ir cantando, pensando en que me había sentado al lado de la que me gustaba en clase, que nos reiríamos de alguna película elegida en el videoclub y la citaríamos toda la semana.

A unos diecisiete años de esto, con toda posibilidad de repetirlo cuando guste, me doy cuenta de que no lo puedo tener.

No lo puedo tener si no restauro la pureza que tenían mi alma y corazón. No lo puedo tener si junto los ingredientes pero no sé cocinarlos, no hay magia solo por seguir instrucciones.

Creo que el buscar estas situaciones desde lo "físico" sin habilitar mis canales emocionales han hecho que crea que ese amor, ese sentir hermoso de libertad y la alegría de ver a quienes amo, se hayan vuelto una foto que ya no se mueve.

Y ha sido duro y mucho me ha costado, pues es un motorcito que te llevaba a diferentes lados, ahora quieto y oxidado.

Pero no hay muerte aún.

Algunos de esos campos se han hecho pueblos y la pureza de algunos árboles se ha reducido a leña, pero esto es un cambio, no es el fin.

Es un cambio que se anuncia necesario en el alma de quien cree que se ha vuelto una foto sepia y un alma vieja que no sale del invierno.
Es como si las estaciones crecieran en duración con nosotros, como si me recordaran de un secreto que aprendí hace mucho y olvidé hace menos, como si hubiera perdido mi fuego y de pronto entendido que lo había dejado en un lugar solo para volver a buscarlo y estar allí.

Ese calor que fué tan bueno que aún sintiéndolo muerto, lo busco estando yo seco y sepia, con la fe del converso que ha visto la luz tras haberla perdido, pues ahora solo la perdí nuevamente, pero no significa que la luz no esté, solo que debo buscarla.

Los años que nos dejan rígidos nos obligan a buscar el agua fresca del amor que supimos encontrar, nos gritan "Levántate a estar vivo, o quédate en la lona como un infeliz" con el entendimiento de que perdimos la costumbre de hacer magia, pero siempre es nuestra a recobrar.

Y se empieza a (re)entender que la nostalgia no es añorar algo que no puede ser más, sino un pedido desde nuestro amor de que hagamos magia una vez más, que el calor de lo bueno brota desde el pecho y se contagia en el mundo que creíamos gris.

Que cuando te acuerdas de manifestar ese deseo de bienestar, el corazón arranca.

Que pudo haber sido una larga semana, pero pronto será viernes.

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