miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sobre fueguitos



Crecer involucra mucho. Hay cambios en cada momento que vivimos, que atestiguamos, momentos diminutos que no sabemos cuándo volverán para hacernos entender que han tenido una parte vital de quienes somos.

Pasé por muchas cosas, estoy pasando por muchas otras y me sorprende que lo que quede, sean la misma clase de valores, de recuerdos. Es realmente un pensamiento hermoso, una lección vital para entender que cada día conlleva una sonrisa.

Tuve vivencias que me han vuelto más rudo, pero eso no me hace menos cándido, no me hace menos sensible.
Claro que quizá haya desarrollado más cancha en este campo de "rudeza" pero hay una parte de mí que no puede ser tapada y eso es lo hermoso de lo que se mantiene tras los años.

Me ví recordando momentos y pensando en cómo ciertas decisiones podrían haber sido mejores, pero sólo por distracciones que me han sabido entretener, para hacerme entender que son las pequeñas cosas las que importan.

Momentos que me salvaron la vida se constituyen de acciones pequeñas, de demostraciones sencillas de cariño y positividad.

Lo entendí en un tiempo atrás, sabía que era lo correcto aportar con una sonrisa, un gesto, una pregunta para mejorar un poco el día del otro y es por eso que lo hacía. Tiempos difíciles hicieron que me concentre en mí, porque no estaba bien, y concentrándome en mí encontré mucho placer, tiempo que necesitaba y espacio relleno de calma e instrospección.

Enfocarme así hacía también que estuviera solo con lo que me daba pesar, sintiendo yo mis emociones negativas.

Es cierto que son las pequeñas cosas las que hacen una pequeña luz para mantener algo a ver en la oscuridad, pequeñas acciones de cada día que nos hacen mejores y alejan lo malo, no de otros, sino de nosotros. Hacen que nosotros seamos mejores, suman a nuestro lado luminoso y nuestra luz contagia a otros.

Quizá no cambie la vida de alguien el cocinarle algo con amor, despertarle con comida o esperarle a donde sabemos que estará para darle algún mimo, pero sí va a aportar a lo que somos nosotros, a lo que es uno que bien puede ser una gran pila de pequeños cariños.

Creo que es esto lo que me faltaba entender para poder darle un sentido, parece que no bastaba hacerlo sólo porque "está bien", sino que aporta a la mejor parte de mí, la que ahora me doy cuenta que quiero hacer crecer.

Entiendo ahora que por lo primero que ayudo al otro es para mí, porque es quien quiero ser, poner los pensamientos en uno lo convierte en una isla, alguien a quien las cosas le pasan y no las hace suceder.

Es un milagro cada buena acción, realmente. Un escalón más, no hacia el cielo, sino a la alegría. Un paso más cerca de construír el mundo que uno quiere.

No siempre supe esto y no puedo sentir más que agradecimiento al ver que llegó en un tiempo temprano de mi vida, cuando veo que me queda tiempo para aportar a esta causa, a la felicidad, al esfuerzo diario que es un oficio divino.

Cada persona que ha interactuado conmigo tiene un poco (cuanto menos) de esto. Desearía haberlo sabido en momentos pasados, quizá para alimentar más y no soltar a algunas, pero me han enseñado ahora.
Es una fórmula mágica, que permite que el sopor de dolencias se desvanezca y caduque.

Me crucé con los fueguitos de mucha gente, quienes brillan y no saben enteramente cuánto, no para mí.

Hoy son responsables de que me haya vuelto más, de que sea mejor.

Y por eso, viva el amor.

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