sábado, 6 de diciembre de 2014

Mañanas y horizontes



Anoche me fuí a dormir convencido de que la noche (en realidad el fin del día, era ese crepúsculo indefinible) no tenía más para ofrecerme, para lo poco que supe de ella, tenía razón.

Tuve sueños que no fueron FEOS (así llamaba a las pesadillas de chico) pero que me dejaron con una sensación de no tener, de estar incompleto, de falta.
Suele costarme despertar y arrancar, sólo esos primeros minutos, hasta que estoy fuera de la cama. Entonces puedo decidir si tirarme a dormir más o directamente empezar mi día, en este caso opté por lo segundo, no creo que pudiera resolver mucho más en mi plano onírico.

El sentimiento de no tener cuanto quería no se fué, la vigilia me recibió con esa sensación constante y me dí cuenta de que no se iría sola, debía hacer el trabajo de estar bien. Limpié un poco mi casa, siempre es un buen principio, y me dí cuenta de que debía tomar acción para con alguien (el sueño se trataba de distancias inexplicadas con alguien) y necesitaba acercarme.

Tomé el libro que actualmente estoy leyendo, es sobre aventuras, y con mi desayuno recibí al sol en mi terraza, leyéndole en voz alta a mis plantas.
El calor de una mañana hace un tiempo me invadió. Esa paz que rara vez encontramos en la ciudad, pero que se encuentra en cada paso cuando estamos a la deriva en la naturaleza, me supo encontrar.

No me decía que todo estaría bien, no me dió una solución inmediata a la distancia pero sí hizo que lo malo ya no invada al presente, que quede en el pasado y ya. No lo hizo mágicamente tampoco, sino que me dió el lugar a mí para que lo haga.

Leyendo sobre las aventuras de Bilbo en voz alta, pude vincular con seres que dependen de mí y que amo hacer crecer.

Con ese regalito de mi persona dí hoy: Amo hacer crecer.

Esa sensación me dió la templanza absoluta, cosas malas nos pueden pasar a todos pero no hay caso en enfocarse en por qué pasaron. Un pensamiento que sí me perturba cuando algo malo me pasa, es si no me pasa porque haya estado errando.

Supe entonces (recordé, mejor dicho) que no soy malo, soy hermosamente bueno. Amo hacer crecer, ahora más que nunca dedico mi tiempo a eso y quizá han habido cosas, situaciones y personas que me han hecho crecer y quizá lo que más duela es que ya no lo hacen, han sido vitales, pero ya no pueden hacerme crecer a mí, no hacia donde yo quiero al menos.

Eso me explicó mucho y me llenó de expectativas. Ví por un momento el camino que vino detrás, que fuí formando y me hizo entender que mismo desde donde estoy, puede trazarse otro el cual veré algún día en el futuro, espero que con una sonrisa aún más grande.

Me acordé de que todo está bien y de que cada día tiene un pequeño secreto y un diminuto paso para llevarnos un poquito más adelante y bien que no sabemos a dónde.

Esa incertidumbre es hermosa, es la promesa de la tierra en el mar, es la cruz en el mapa que eternamente se mueve, es el aroma y fresquito en la cara mientras uno camina de A a B.

Es un poquito de vida y a veces me olvido de que está ahí, creo yo, que es sólo para reencontrarla y darme cuenta de que no importa cuántas veces pase, no deja de sorprenderme.



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