martes, 2 de septiembre de 2014

Manifesto (Extracto del 4to cuaderno azul)



"Muévete, y el camino se hará solo"


"Hay momentos incomparables. Algunas veces la situación es un regalo del universo y otras fruto de nuestro esfuerzo, aunque siempre hay algo de ambas.

Estoy teniendo un momento así, donde hay claridad, donde hay belleza. Tuve que mirar hacia atrás para contrastar porque hasta hace poco (y durante mucho) tiempo estuve enojado.

Me molestaba mucho por muchas cosas, cabreado por heridas y sensaciones esclavizantes. Recuerdo estar deshecho en la cama, sin poder parar de llorar y con un dolor de pecho emocional tan fuerte que se sentía real, esa noche creí que moriría, pensé en lo que había vivido hasta allí y estaba dispuesto a aceptar y recibir a la muerte casi abrazándola y besando su mejilla, o sus labios, para agradecer por la liberación del dolor e irme feliz de este lugar.

Como mucho de lo que se emprende en malos momentos, este plan no se pudo concretar.
No podía admitir derrota y la muerte no quería ganarle a un adversario ya sin fuerzas, creo que es un terrible limbo esa situación.

El llanto me alcanzaba ocasionalmente, a veces en el trabajo, otras veces en fiestas de las cuales debía escapar. Nunca tuve mayor tristeza.

Una noche me zambullí en una tormenta en la terraza de mi casa y no distinguía mis lágrimas, procesé un poquito cada día y me dí cuenta de que la muerte no tiene interés en ganarle a un derrotado, de donde pudiera debía tomar impulso y vivir.

Antes me enojaba con la gente acusándole de fomentar el circo del dinero y el éxito, de no entender el dolor que mitigan con eso.

En el sur, me encontré de nuevo tan lejos de todo con miradas de mi gente, miradas hermosas y reales. Me dí cuenta de que aún en la montaña, en lugares que pasan años sin ser pisados, algo está pasando.
Pude ver y sentir un poco de la danza universal y que no pasa todo por mi dolor, que uno vino a esta vida a encontrar cosas, no a juntar todo cuanto pueda como si de un saqueo se tratara, pues de este lugar nos llevamos nada.

La muerte debió haber notado mi aire y me dió un nuevo desafío, un pelotazo para que devuelva y me dí cuenta de que envejecí por dejar de jugar, y recordé que amo jugar.

Se empezó a terminar el enojo y una noche rompí el ciclo y pude disfrutar de la gente, de un vinito con alguien o una película.

Sonreí y (poniendo ganas) el universo se puso a mi favor, entendí que soy agraciado en cada momento y que no me quiero enojar.

En esta vida queremos conectar, ser relevantes, cuando buscamos aislarnos, creo, estamos haciendo un rechazo. No vemos lo que podemos aportar, sino lo que podemos evitar.

Qué lección, mis amigos. Entender que cada día, por pequeña sea, tiene en él una victoria, pues si despertaste no has muerto y en ese día sólo tenés que vivir."


Pura vida:


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