martes, 17 de junio de 2014

Siembra




En la vida pocas cosas son certeras, o al menos en pocas he encontrado certeza, cosas que he encontrado, debo cultivar y hacer crecer antes de que se marchiten, toda vida necesita un motor.

Algo certero en mi vida (y en la de aquellas personas que la han tocado de cerca) es que no es vida si no hay amor o magia. No sería la experiencia entera de mi existencia en el pasaje de este plano si no concibiera enteramente la magia, pues las fórmulas y conceptos cuadrados se hicieron para explicar los fenómenos en general, pero algo debe permanecer en misterio.

Me acosté y revisé el por qué me sentía como me sentía y me dí cuenta de que había poco elemento inexplicable rondándome. Así que me decidí a centrar mis esfuerzos y hacer que algo más suceda, que algo más que las rutinas y deberes empapen a mi persona.

Me dí cuenta de que no necesitaba sólo un trabajo ni sencillamente seguridad, sino que éstos debían venir por medios propios, necesitaba buscar más, vivir y por sobre todo, encontrar.

Salté al plano pertinente, en el jardín donde la raíz de lo que crece en la realidad está sembrada.
Es un lugar magnífico realmente, dudo que sea igual para todos pero en lo personal, mi visita fué única. Nada es enteramente pesado allí y hay un árbol inmenso, inacabable y tomaría toda la vida recorrerlo si uno en ese lugar tuviera peso.

Cada salto se vuelve más que entretenido entre cada rama y me doy cuenta de que el árbol está en un lugar prácticamente espacial, veo las galaxias en el fondo, el cosmos, la existencia desde donde se planea y pronostica cómo las galaxias chocarán mientras nosotros sólo planeamos si tomaremos con o sin azúcar.

Cada rama era sumamente explorable y necesitaba saltar e ir entre ellas antes de llegar al jardín en sí. Pues estaba frente a una visión única, pero no toda mi persona pudo pasar a ese plano, con lo que debí ahondarme, salto a salto, para ingresar allí.

Comprendido ésto, hice la diferencia, me perdí en el camino y sólo así llegué a mi destino. Todo el árbol inmenso, inconmensurable, era un vivo cantero, que contenía tierra en un cuenco en la parte más alta de su tronco.
Un cantero inmenso, desde donde surgía un árbol nuevo y ví que ahí habían diferentes plantas de mi siembra inconsciente. Allí no debe uno saber demasiado, y me detuve a hacer lo que había ido a hacer.

Con un dedo hundí un pocillo en la tierra y pensé en un progreso antes de taparlo.
Empezó a crecer, a proyectar lo que sería y allí está, un cambio enorme el cual será. Tuve que elegir su lugar, pues la jardinería de ideas y fortunas no es algo sencillo, menos aún dos sueños luchando por vivir.

Bailando y dándole amor, el proyecto se hacía más, lograba crecer.
Y desperté a un cambio en la realidad, algunas de las olitas que hice en el manto, las ondas en el lago y el silbido que se hizo viento, por aquí comenzaron.

Y se nos regala un nuevo día.

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