lunes, 6 de enero de 2020

Sobre fracturas

Pasé mi tiempo y mis males y me dí cuenta que la herida vino mucho antes de que ella se fuera y el invierno llegue al corazón.

Pero el invierno llega igual, el invierno sucede. No me lo causó ella.


Ella no es la primavera, pero me dió días de sol hermoso y calor, aromas de pasto nuevo que da tanto aire que hasta da sueño, un ligero entresoñar que te lleva a flotar con calma y cada tanto un rayito de luz entre las hojas evita que te vayas muy lejos de ese momento hermoso, como el hilo de un barrilete que le mantiene en el lugar, pero permite volar.

Por eso y ciertos entendimientos de un dolor previo, no me duele que se haya ido y hasta lo entiendo, entiendo las despedidas y las peleas y los enojos, les entiendo tanto que dan sentido a todo lo que tuvo que terminar.

La persona que soy ya no es la que la extraña y la persona que ella es, está lejísimos de ser quien me amó, pues antes ella no me sabía mas ahora no me elije sabiéndome y elije tantas otras cosas.

Y eso está bien, yo lo entiendo.

En mí viven los recuerdos y un poquito de quien era. A él sí le duele el frío y como vive en mí, siendo parte de mi aprendizaje, como un siamés resfriado, también me llega el estornudo.

Y no llora por recordar las peleas, las despedidas y los enojos, en los recuerdos se revive lo lindo y a él, a veces es esto lo que le duele.

Le duelen en el pecho las sonrisas que antes dolían en la cara y da escalofríos el recuerdo de un abrazo tan cálido, de sus brazos de sus piernas y de sus labios.

Le cierra la garganta cada vez cierta en que soltó un "Te amo" y hubiese frío o calor entre ambos, mis "Te amo" eran ciertos. Le llenan de sal unas lágrimas que antes eran dulces y no escapaban tanto de los ojos, porque cuando llorás riendo la receta cambia.

Le da esa sensación que te hace inspirar entrecortado mientras caminás, planeando distender y quizá entender en el paseo nocturno que sabe que dará para tener un momento íntimo, intimidad que antes compartía y traía compensión, era el tesoro al final del día para sentarse con tu confidente, le duele su olor que estaba antes y allí le aliviaba.

Es cada cierta cantidad de lunas, como si del lobezno al despertar se tratara, pero no es feroz ni hambriento, sino una persona con el rudo trabajo de limpiar lo que fué y se rompió, emociones muy fuertes para entenderse y largo tiempo después, deben seguir saliendo en cuotas y caminatas, en otra forma de intimidad no compartida, en un barriecito que conoció la historia de amor más fuerte que haya tenido en mi vida.

Quizá pase por esa puerta la cual podía abrir y en cada giro de llave me tomaba un momento para dejar el frío afuera y decirme que estaba entrando a nuestro cielo.

Y este muchacho necesita entidad, debo dejarle suceder hasta que lo que extraña casi que lo materializa, me pregunto en qué calle de las que me lleve a caminar me lo encontraré, para abrazarle ya que vive en mí y soy el único que le entiende.

Ojalá que cada abrazo le llene del amor que sé que está presente hoy y se contagie de este calor, más cada vez. Porque lo bueno que ya no está, a veces me fractura y a veces un abrazo une pedazos rotos.