No sé si serán las películas o solo la imaginación, pero cuando me imagino superando adversidades, siempre es de una manera extrema, que sugiere un sacrificio enorme y finalmente, tras un esfuerzo claramente visible y enmarcable en tiempo y espacio, la recompensa vendría.
Parte de crecer quizá venga a darnos pistas al respecto y hacernos saber que hay dificultades que se sobrepasan de esa manera, pero aquello que nos detiene en vida se supera mediante paciencia, disciplina y constancia durante largos períodos.
Superar aquello que nos retrasa es un trabajo, un trabajo constante que requiere energía pero por sobre todo perspectiva y tiempo.
Llegué al 2018 de frente a muchos demonios míos y no se basaba en que tenía que hacer un esfuerzo muy grande o superar una única dolencia. Había llegado sin ganas. Sin ganas de despertar o de hacer, de distraerme y no de divertirme, de esperar a que pase y no de cambiar.
La falta de ganas, la depresión, es un asesino silencioso. Empieza a llevarse aquello que alimenta de vida a la vida, las ganas de generar momentos pequeños y hermosos, se lleva la luz y el calor. La esperanza se vuelve un vidrio empañado que nunca se templa y uno siempre despierta de la peor sesión de sueño y el estado de mayor cansancio.
No hago porque no tengo ganas y no tengo ganas porque no hago. Este ciclo se repetía.
Buscar ayuda fué vital, porque con enfoque, vienen cosas nuevas. En este caso no fué algo nuevo, sino recordar lo que ya es legítimo. El amor, el trabajo, la salud, la templanza, solo cultivando y haciendo visible lo bueno que ya está, el ciclo se rompe y se vuelve una espiral donde hacemos un pequeño cambio, para no quedar de nuevo donde empezamos.
Esas pequeñas diferencias en lo que hacemos y percibimos puede significar la vida.
Hoy siento que no tomo decisiones desesperadas solo por no estar solo, confío en lo que genero y en lo que atrae.
Solía soñar que aún debo materias de la secundaria y esto me genera un stress de otro planeta. Despierto en sensación de deuda, de falta de trabajo, de pensar que ya llegué muy tarde a la posibilidad de cerrar esa deuda y debo esperar otro año más.
La materia que debo suele ser matemática (la cual promocioné después en el CBC, pero no fué suficiente para mi subconsciente) y suele darse que no tengo idea ni qué tema se trata.
Esta vez fué diferente, en el sueño caminaba por la escuela y quien se acercaba era la profesora de inglés, algo molesta porque no iba a sus clases, pero yo no las necesito, pues soy bilingüe.
Esta parábola me significó mucho, pues soñaba con una materia que me vulneraba, de la cual ya había perdido la chance de rendir este año y debía adeudarla durante otro, todo.
Esta vez, no necesitaba rendir la materia. Ya sé que el conocimiento está y gozo de él. La profesora solo pudo decirme que estaba molesta, pero sin ningún rencor. Ah, y dijo que tenía un secreto para decirme, pero lo haría cuando vaya a rendir.
Quizá para mis 40.
lunes, 24 de diciembre de 2018
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