Saludos, desde la ventana

Se había decidido no hacerse preguntas que no importaran. Preguntarse sobre el destino entraba en ese grupo, porque aunque su vida estuviera escrita, aún las decisiones serían suyas para tomar a cada momento, y estuviera predicto o no, todo eso era causa de cada decisión que tomaba en cada momento.

Preguntarse sobre amores era igual, de haberse enamorado, no debía hacer proezas para conquistar a la otra persona, pues para que haya amor por ambas partes, ambos debían buscarse, y no había que actuar de una manera más que la propia para conquistarse.

Sobre mil cosas se dió cuenta que ya no había lo que preguntarse, y sobre su importancia fué otra, pues supo que era alguien genial, que todos preferían tener cerca en la gran mayoría de las situaciones, pero que esto no le hacía importante, y mucho menos indispensable para alguien. Siempre sumaría el tenerle cerca, pero indispensable? Sólo si se está celebrando su cumpleaños.

Se dió cuenta entonces que el mundo estaba repleto de sensaciones, que en sí, todo su cuerpo percibía, desde una brisa hasta una palabra, todo movía una fibra en su ser, todo su tacto, oído, vista, gusto, olfato, todo le llevaba a un mundo distinto, y lo que se siente, oye, ve, prueba y huele de algunas personas, puede ser bastante intenso, en su caso al menos, créanme que lo era.

Aún es así de sensible, más aún, y se considera así de agradable, y así de importante. Lo que no es malo para nada, es así como es, y como siente, como vive, y no lo hizo más particular que lo que cualquiera en la calle lo es.

Así, para sentir el mundo como lo siente, y poder vivir, sin definirse tras otros, decidió guardarse en sí, porque es un mundo con percepciones fuertes allí afuera, y sabía que el mundo no le necesitaba, nunca lo hizo, y nunca se creyó la mentira de que lo hiciera.

Siempre condenó la idea de hacer su mundo más frío, pero no era esto lo que lo hacía cerrar las ventanas por un tiempo, no buscaba más frío, si no preservar el calorcito.