miércoles, 18 de junio de 2014
Cambio de aire.
Ya hacían dos días desde que hice el hechizo y funcionó de mil maravillas, pero en cuotas. Tenía una entrevista para trabajar unos 45 días y quizá darme un trabajo fijo en una sequía de lo propio.
Me subí al colectivo con tiempo de sobra leyendo un cuento de Soriano, en el libro "Rebeldes, soñadores y fugitivos" que me regaló mi prima, acertando en estimularme en lectura, algo que hacía meses había dejado de lado, al menos en lo que literatura es.
La mañana fresquísima me hizo prometerme que sólo leería un cuento por tramo, así podría tener tiempo sentado de mirar por la ventanilla que es mucho más entretenida (a veces) que la tele nueva que conseguimos con el Pelado, lo que ocupó la mitad de mi tiempo.
Terminé el cuento en menos de un cuarto del viaje, con lo que (no sé si les pasa a ustedes) todos los pensamientos me sonaron a que los leía de un libro y era entretenido el sólo hecho de tenerlos, no me acuso de pensar poco, pero no destaco por eso.
El 110 es un colectivo que siempre ató un recuerdo recíproco para con otra persona de la cual voy a hablar en unos renglones y me gustó tomarlo siempre, por más que te pasee por medio Buenos Aires, te sigue llevando a muchos lados, en consecuencia de las tediosas vueltas que da (salvo que te logres un asiento primera fila junto al vidrio y no tengas que ceder el asiento) casi como la vida.
Llegando al barrio de Recoleta, no sin hace media hora pasar por la esquina de la casa de mis padres, se me dispararon recuerdos de las calles que conocía, que conozco. En un segundo y medio tuve recuerdos de caminar por alguna que otra que pasaba el colectivo y uno se pregunta qué hacía o hacia dónde iba cuando las recorría y no hubo excepción en la pasada que le dí al barrio.
Fué sólo para el final de mi recorrido, pues antes todo el entorno es entretenido, pero casi que llego hasta la zona conocida de Santa Fe y Callao por arte de magia, lo que pasa entre Scalabrini y Santa Fe escapa a mi cognición, será que siempre que paso por ahí me pierdo en los pensamientos justo en el tramo ese, en fin, esa respuesta no la tengo.
Eran las 11 y al bajarme del colectivo quedaron unas cuadras y recordé que lo único que me llevó a frecuentar esa zona fué una muchacha (todo lo esperable) que fué mi novia en tres ocasiones, en tres meses diferentes y consecutivos.
No voy a dar nombres para hacerme el exquisito y por si algún día alguien (o quizá hasta yo) vive de la publicación de éstos textos, pero hoy de quienes leen éste espacio, con un par de hiladas calculo sabrán deducir y si de casualidad vos lo estás leyendo, te mando un saludo en vivo.
Teníamos un vínculo divino para dos personas que trabajaban juntas, así la conocí, de fortuna realmente, mitad porque la vida nos puso en un mismo lugar cinco veces por semana y otra mitad por abrir los ojos entre lo despistado que soy para dar con intenciones ajenas y lo ancho de mi coraza.
Fué una mirada, así como en un segundo y medio mi pensamiento me dijo que mis recuerdos de Recoleta eran con ella, la mitad de tiempo tomó saber que me quería. En el trabajo habían espejos y un par de veces la pesqué mirándome (No es sólo por ser lindo, sino que me tocaban dar anuncios y no era tan loco) un momento de más, o a veces sólo por darme vuelta rápido.
Hablé un poco más con ella y creo que al par de días me dí cuenta de que si me acercaba, ella se ponía toda colorada. Tardé como dos semanas en lograr que salga conmigo con todo lo que estudia y cuando lo logré fué ella quién me agarró la cara y me comió la boca a través de la mesa de un bar al cual nunca volví después de la relación. Creo que si mañana me despertara seis años atrás en una tarde de esas, le pido casamiento, pero de palabra, el casorio, el documento y la unión civil nunca nos volvieron locos, es más, teníamos tanto vértigo del compromiso que nunca supimos cuándo empezamos a salir, festejar meses (podríamos haber festejado el primero tres veces) estaba fuera de palabra y una vez hasta le dije que la amaba sólo para que me diga "Callate", mire para otro lado y al devolverme sus ojos se le escape una sonrisa, se ponga roja como un tomate y me dé un beso.
Nunca discutimos sobre nada, ni siquiera las tres veces que terminamos la relación. En ese entonces yo era una persona que podía enamorar a quien sea, era diferente y la gente me interesaba. Creo que volví al recuerdo de ella con amor en esas calles, porque estoy volviendo a ser una persona que amo, y con eso vienen cambios hermosos en mi vida, de los que de seguro ya escribiré por éste medio.
Cuando uno quería que el otro le abrace sólo tenía que mostrarle las manos, abrirlas y cerrarlas y listo, podría decir que si durante una ruptura me hacía eso, volvía con ella de rodillas para no irme, ahora que lo pienso, siendo que no estoy con ella, puedo decir cualquier cosa.
Volví caminando (un trecho largo hasta otra parada de bondi, de Agronomía a Recoleta sigo caminando aún) y me permití pasear, más que nada porque ví una esquina por donde pasamos en un cumpleaños de ella, con lo que sabía que estaba por su casa, pero no recordaba ni el nombre de su calle, así que caminé sin mirar, a ver si el subconsciente hacía lo suyo.
Caminé y me dí cuenta de que un par de locales me sonaron, mas pensé que mucho podía cambiar en seis años, más en un barrio así de pudiente, estaba listo para encontrarme de la nada un Starbucks en el medio de la calle. Después me dí cuenta de que era un pretexto ese pensar, contemplaba la chance de que hayan cambiado la fachada del edificio, sólo para no saber ante cuál quedarme helado.
Me sonó una calle que caminaba, la orientación tenía sentido porque desembocaba en Las Heras, donde estaba el mágico 110 desde donde la he visto más de una vez tocar el timbre parada desde la esquina de lo de mis viejos, cuando la iba a buscar a la parada a la noche.
Recorrí y temí que su morada ya hubiera quedado atrás, pero pronto deduje que no era, pude ver el cartel (dos cuadras sin cartel, qué pasa Recoleta?) que decía "Ayacucho" y dije en voz alta "Claro que no me suena, no es Junín". Junín, ahí estaba el bendito nombre y por ver un bar naranja en una esquina, supe que la paralela calle era la que frecuentaba para visitarla.
Caminé y reconocí el kiosco donde le compraba chocolates (Tofi, siempre unito de tres, sólo para ella y después lo que yo le quiera compartir, no tenía nada mío con ella y eso me encantaba) cuyo obligado rima con su nombre. A veces incluso seguía hasta uno que visité luego, en la otra esquina, cuando no tenían o estaba cerrado.
Pasé por la puerta y nada pareció haber cambiado, me preguntaba si recordaba bien el piso de ella, después de todo tenía en mi memoria que era mi número preferido (desde antes también) y reconocí el edificio frontal de nueve ventanas de tres diseños diferentes que quedaba enfrente, donde espiamos alguna vez a ver qué hacía su vecina.
Casi toco a ver si seguirá viviendo en esos lados, ha pasado un tiempo ya, así que completé la cuadra y volví por enfrente, ya estando más calmo porque si la muchacha caminara por su calle, lo haría de la mano de su casa, siempre lo hace así, porque cruza ni bien tiene chances, no le gusta que la calle le frene.
La puerta de su edificio me hizo acordar de un par de situaciones, ella bajaba a abrirme para recibirme o despedirme, una vez me miró con ojos opacos ahí y me desgarró el alma, esa vez le propuse cortar yo y no aguanté dos días. A veces me despedía con muchísimo amor, otras con calma porque me vería en un par de horas en el trabajo (vieron que sano para trabajar juntos?) y algunas veces yo era tan galán, que me pedía que no me vaya.
Fuí hasta la parada de mi cine ambulante, el recorrido de toda esa relación que me lo da el 110. Allí, en esa misma parada mientras me subía al colectivo, una tarde me quedé corto por 20 centavos para el boleto y una muchacha muy linda completó la paga sonriéndome, le agradecí y me senté, ella se sentó junto a mí y yo (les dije que soy lerdo para darme cuenta) me puse mis auriculares, pensando en que ya extrañaba a mi amor aunque recién salía de verla y fué sólo cuando conté el acto de gentileza que tuvo ésta otra muchacha, que caí en que podría haber tenido una historia de bondi intensa, ahí me dí cuenta de que no era tontera lo que me pasaba.
Llegué a casa y comí con un hambre regulado y no pude parar de repasar la idea de que amaría tomarme tres meses de vacaciones a unos años atrás. Todo ésto hasta que se llenó mi estómago, y como si hubiera visto la repetición, se me dibujó la sonrisa de enamorado.
La entrevista fué un gol y me avisan en una semana =)
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