Me rasco y bastante, si me rascara mas de lo que me basta, me rasparía. Tengo la costumbre de pasarme la mano por la cabeza, y por lo mucho que me gusta hacerlo, la mantengo rapada.
Mientras hago cosas como la anterior pienso, porque es también hábito mío: Pensar.
Antes condenaba el pensar, lo admito, pero ahora lo encuentro un agradable hobbie, gran pasatiempo, para hacer cosas como estas, textos, que sería como hacer pequeñas estatuillas en miniatura, no tienen una utilidad, como las cajitas muy chiquitas, pero, a falta de mejores términos: "están buenas".
Hoy en el colectivo de vuelta a casa me entregué a mi hobbie, y para viajar, suelo sacarme la mochila que suelo tener, y abrazarme a ella, y subir los pies a algún lado si puedo.
Mientras dejé mi cabeza contra la pared (la ventanilla estaba un poco mas adelante) miré el asfalto, suele ser así, y pensé... no sabría decir bien en qué, pero se cruzaron cosas por mi cabeza.
Calculo que fueron posibilidades, o cuan abiertos estamos a ellas, hasta pensé en ejemplos quizá.
También recuerdo pensar en puntos de vista, y cómo nosotros cuando nos duele que alguien no nos quiera, acusamos al mundo de injusto, bueno, no los quiero meter en la misma bolsa, hablemos de mí, o de mi pasado.
Acusar al mundo de injusticia, como si supiera de qué se trata ser justo, o qué me merezco, como si fuese ley que mi amor vale lo mismo que el del otro, como si no pudiera ser que me tengo que merecer lo que tengo, así de mucho me puse a pensar.
Pensé que el malestar se da por no pensar en más opciones, por no abrirse a ellas, y sí, me puedo imaginar un malestar por eso, no creo que dure mucho, ninguno de mis malestares dura mucho, quizá si sea intenso, pero no duradero.
Entre todo este pensamiento me perdí la verdad, me dí cuenta que la inspiración se había acabado, y ahora sólo pensaba en el asfalto.
Contiguo a eso me dí cuenta que no hay alguien que me contenga, mi abrazo a mi mochila era mas que asegurar que no se caiga, si no toda mi posición, era yo mismo abrazandome a lo que yo quería llevar conmigo, lo que llevo en la espalda, mi mochila. Me dí cuenta que mi cabeza estaba apoyada contra algo duro, y que no recuerdo la última vez que la dejé reposar en alguien en absoluta confianza si no estaba pautado que me haría algún masaje, me dí cuenta que estaba hablando conmigo y no con alguien, y que quizá en ese momento era la persona más sola del universo entero, al menos del que yo conozco claro, y no por no tener a alguien al lado, todos nos tomamos un ascensor solos, si no por no poder pensar en alguien, mas fué en ese instante cuando pensé en alguien, claramente, y me dí cuenta que ese alguien, es parte mía, dibujada como una persona que conozco, pero no es esa otra persona, pues no le podía acariciar, solo hablarle, como hablaba conmigo, que de hecho, es lo que hacía.
Y nunca estuve ni cerca de estar mal por estar solo, no estaba junto a alguien como para siquiera tener la chance de cambiarlo en ese momento.
Calculo que es un buen pensamiento a tener, ya que si estás solo en tu casa un día, y no hay con quien hablar, deberías evaluar cómo te sentís, si quisieras cambiarlo, no tendrás nada mejor que hacer que cambiarlo, y si te abrís a que puede cambiar, estar solo una nochecita no mató a nadie, después de todo, mañana puede pasar de todo.
Wow... Comparto TANTO todo esto...
ResponderEliminarNo sólo pienso de la misma manera, pienso lo mismo; me pasa lo mismo. Sobre todo en estos últimos días.
El momento en el colectivo, ese sentimiento de malestar profundo que en realidad es pasajero, y las líneas de pensamiento siguientes; ahí estoy yo también.
Gracias por compartirlo. Me encontré de nuevo en el colectivo, pero ya no más sola :).